lunes, 20 de junio de 2011


Las luces, la música, la gente... llega un momento en el que pierdo la noción de dónde estoy. Mi cabeza da vueltas mientras busco alguna cara conocida, pero todo va demasiado deprisa. La música rompe mi cabeza a cada golpe, como si estuviera junto a uno de esos enormes altavoces. Siento náuseas, y busco desesperadamente la salida pero no hay ni rastro de ella.

Suerte que descubro el símbolo de los servicios en una de las paredes. Una vez entro me contemplo en uno de los espejos. Está lleno de carmín y manchas que no logro identificar, pero a pesar de todo puedo verme reflejada. Menudo desastre. Tengo el pelo todo enmarañado, la sombra de ojos ahora corre en todas direcciones de mi cara y el poco pintalabios que me queda sobrepasa las comisuras de mis labios. Un par de chicas me miran mientras comentan algo entre susurros. Me hubiese encantado ponerme de pie y gritarles qué estaban haciendo, pero el estómago me da un vuelco y siento unas irrefrenables ganas de vomitar. Entonces todo cae por el inodoro: tus cambios de humor, tus mentiras, nuestros sueños... incluso tus recuerdos. Nada queda ya de ti, todo lo dañino ya ha desaparecido y siento que puedo volver a empezar de cero.

Porque ¿sabes qué? Se acabó. Se acabó beber de más para no echarte de menos.

1 comentario:

  1. me gusta el textooooo!
    un besito neri , y feliz veranoooooooo
    (L)

    ResponderEliminar